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Entre la literatura y la vida silvestre

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Entre la literatura y la vida silvestre

 

Por: Estefany Narváez Alfaro

Por una parte lleva su vida de escritor Payanés de cuentos y poesía, ganador del Premio de Literatura Rafael Maya, pero también es un hombre de campo que disfruta ver la belleza de lo natural, uniendo así esas dos partes que lo convierten en una persona que disfruta de lo tradicional. 

 

Estaba sentado en el segundo piso de una cafetería del centro de Popayán. Edgar Alberto Caicedo acompañaba aquel día lluvioso con un café expreso caliente y una galleta con chips de chocolate. Al iniciar la conversación se veía serio y reservado, pero a medida que avanzaba la plática su actitud fue cambiando, reflejando cómo disfrutaba de cosas tan simples, pues para Edgar lo mejor es hacer actividades así de tradicionales, sentarse en alguna cafetería de la ciudad a tomar algo, ver corridas de toros, escuchar música clásica y admirar la pintura. Estás dos últimas son de las más relevantes en su vida, ya que estos gustos llegaron casi al mismo tiempo que la escritura. 

 

El amor hacia la escritura nació inicialmente gracias a que su madre desde pequeño le leía libros, posteriormente cuando estaba cursando quinto de primaria en el colegio La Normal de Varones, un profesor le prestó el libro Platero y yo de Juan Ramón Jiménez, texto que es de gran importancia para Edgar, ya que gracias a este inició en el mundo de la alta literatura. De esa misma manera inició escribiendo borradores, pero de eso ya no tiene nada, y en su memoria sólo queda una anécdota que vivió a sus 13 años, pues según sus recuerdos en ese año hubo un concurso de cuentos, y había un niño quería que participar, entonces su hermano le dijo que le escribiera un cuento a aquel niño para que participara. Efectivamente así fue, pero hasta el sol de hoy Edgar no sabe el destino de ese escrito. 

 

Así mismo, tiempo después cuando tenía 15 años, empezó a interesarse por la música clásica y el mundo de la pintura, específicamente por los óleos del pintor Caucano Rengifo, aunque cabe resaltar que a él solo le gusta ver, analizar y admirar las pinturas, pues no pinta nada, lo único que llegó a trazar fueron los rayones que hacía en la casa, “¡porque qué niño para rayar las paredes!”. 

 

Edgar es Licenciado en Literatura y Lengua Española. Para su trabajo de grado escribió Blancas Huellas de Rocío y otros relatos, es un libro de 13 cuentos que más tarde concursó y ganó el Premio de Literatura Rafael Maya. Este reconocimiento es importante para Edgar, ya que es su primera publicación, y justo esto es lo único que rescata, ya que para él no es de gran importancia el mundo mediático que es tan común ver hoy en día. La literatura desde su punto de vista debe ser algo íntimo, es por ello que su propósito con sus próximas publicaciones será llevar los libros a la biblioteca y regalarlos, para dejar ese mundo de estar en la estantería. 

Si bien es cierto que para Edgar la escritura es muy importante, el tema del campo también es de sus más grandes gustos y pasatiempos. Le gusta salir a caminar, escuchar el río, ir de pesca, sembrar geranios y demás actividades que aprendió gracias a su padre, ya que él también es un hombre de campo. Para Edgar éstas prácticas son de la vida rústica, las denomina así porque para realizarlas debe unir la mano a la tierra, y lo apartan de la vida de la academia. 

 

Al finalizar la conversación, Edgar se ve más empático y feliz, pues ha terminado hablando de su profesión y ha recordado algunos de sus referentes literarios como Ray Bradbury y John Steinbeck.

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