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Elizabeth Castillo, Una caucana más

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Por: José López

 

“La primera vez que fui a Buenaventura me impresionó mucho la historia de unos polizones que se subieron a unos barcos para cumplir el sueño americano. Se fueron en invierno y a ellos nadie les había dicho que en invierno el mar se congela, pues la estrategia de esas personas era lanzarse al mar en el río Houston antes de entrar al puerto de Nueva York,  pero esa era  la versión de la gente que viaja en verano, entonces estos polizones saben que tiene que saltar y saltan, por supuesto murieron congelados. Para mí eso era una cosa muy loca, una rola que nunca había siquiera pensado  que alguien tuviera que subirse a un barco y escapar para construir futuro, fue así como escribí mi primera crónica, y siento que desde ese momento la escritura se volvió una posibilidad para tramitar el dolor de lo que significa vivir en este país. Por eso yo escribo también para sanarme, para no quedarme con tantas cosas dentro.” De esta forma recuerda Elizabeth Castillo los primeros impulsos que la empujaron de lleno al mundo de la escritura.

 

Con una sonrisa de oreja a oreja y ofreciendo disculpas por el retraso, así comenzó nuestra charla con la profe Elizabeth Castillo, en un mediodía lluvioso del mes de octubre, un día frío y mojado como hace mucho no habían en Popayán. Estábamos ahí sentados en uno de los salones de la nueva facultad de ciencias humanas de la Universidad del Cauca,  para resguardarnos del frío inclemente que estaba haciendo en ese momento, además que también nos servía para aislar un poco el bullicio de quienes a esa hora salían de clases e iban en busca de su almuerzo.

 

Elizabeth Castillo es una psicóloga egresada de la Universidad Nacional en la década de los 90´s, que desde siempre ha tenido un especial interés en los temas rurales y culturales, razón por la cual cursó materias de pregrado en otros programas como sociología donde asistió a seminarios de sociedades campesinas, lo que la llevó a recorrer el país y conocer sobre las luchas campesinas. Tuvo como maestros a Alfredo Molano y a Orlando Fals Borda. 

 

De esta manera fue dejando a un lado la psicología, que es una carrera muy urbana y pensada en sociedades modernas, para ir haciéndose camino en los movimientos sociales campesinos, primero en el caribe y en el año 1987 conoció la experiencia del Consejo Regional Indígena del Cauca - CRIC, lo que la llevó a hacer su práctica profesional en ese territorio. Fue así como se convirtió en la primera psicóloga de la Nacional en hacer su práctica en territorios indígenas. 

 

“Cuándo llega la reforma constitucional tuve el honor de estar aquí (en el Cauca) viendo la transformación de este país, en un país que reconoció la diversidad, que le da lugar a una nueva constitución y me devolví para mi ciudad en 1993”,  cuenta Elizabeth Castillo. Fue tan grande el vínculo que ella desarrolló con este departamento, que en el año 1999 cuando estaba esperando a su hijo Santiago, junto a su marido decidieron que él debía nacer en el Cauca y se vinieron a trabajar en la Universidad del Cauca, ella como profesora de etnoeducación, cargo que actualmente sigue desempeñando muy orgullosa, y él como profesor en la facultad de agropecuaria. 

 

Es así como lleva en el Cauca más de 20 años como profesora de la facultad de ciencias humanas, formando etnoeducadores, haciendo investigación en territorio, trabajando en el tema del racismo y la discriminación escolar. Además está trabajando en la necesidad que tiene la Universidad de volverse intercultural y que reconozca que el Cauca es por excelencia un escenario de diversidad del territorio, de lenguas y de cultura. De esta manera se resume muy breve y vagamente la vida de Elizabeth Castillo, en tan solo 3 párrafos y como lo dijo ella misma: “en menos de 8 minutos”.

 

Cuenta que la escritura es la mitad de su vida, y esa valoración la lleva a recordar con nostalgia ese tercio final de la década de los ochenta cuando llegó al CRIC, porque dice ella, que es un movimiento que le da mucha importancia al texto y gracias a eso fue forjando su escritura y entendiendo la  importancia de registrar el pensamiento de la lucha política en escritos. Claro que esas primeras escrituras suyas fueron anónimas, pues los comunicados y textos que escribía eran en nombre de una organización. No fue sino hasta 1986 cuando escribió “Buena Aventura”, su primera crónica, donde cuenta la historia con la que se abrió este escrito, pero también fue anónimo, porque en ese entonces no se podía publicar con nombre propio.

 

Elizabeth tiene claro que la escritura académica no es igual a la literaria. Dice que la escritura académica debe de hacerse y es necesario que se haga, pero se decanta mucho más por la literaria, es la que más hace y cuenta que le apasiona escribir crónicas, textos periodísticos con los que pretende además hacer denuncias, tanto dentro como fuera de la Universidad. De hecho su más reciente libro, publicado en 2022 y que fue escrito en colaboración con José Antonio Caicedo, se llama “Racismo Escolar” y tomó más de 12 años para ser terminado. Comenzó en Bogotá con un grupo de investigación, donde pretendían conocer cómo era la situación de los niños afros que llegaban desplazados a la capital, pero se encontraron con cifras exorbitantes, donde diariamente niños indígenas, campesinos y afros llegaban desplazados y eran discriminados en los colegios por esa condición. De esa investigación salieron muchas historias que fueron contadas mediante crónicas y columnas de periódicos a lo largo de todo este tiempo.

 

La lucha antiracista siempre ha estado intrinseca en ella, es una luchadora asidua y militante de este campo, lo demuestra no solo mediante sus escritos, sino tambien mediante el activismo, pero además tambien se define como una persona que le encanta la literatura, que lee mucho. Le encanta la literatura latinoamericana y la africana, le gusta mucho ir al cine, ver películas, de hecho es uno de sus pasatiempos favoritos que comparte con personas cercanas. Es amante del tango, la salsa  y el latin Jazz, visitante activa del “sotareño” y de “Nueva york”, el bar y la discoteca, respectivamente, más antiguas de Popayán, rumbera por naturaleza y fan de la música de Serrat y Chavela Vargas.

 

Siente al Cauca como su casa, a pesar de haber nacido en Bogotá y tener toda la familia en el interior del país, ha aprendido  que su familia también está aquí en este departamento del sur occidente de Colombia. Le gusta tejer, cocinar con amigas. Su vida se divide entre ser la profesora de etnoeducación de la Universidad del Cauca y acompañar los procesos en los territorios, pero también otra parte está en ser amiga, compañera y mamá. Quienes son cercanos a sus afectos coinciden en decir que es una persona muy alegre, amable, solidaria, apasionada por las comunidades, divertida y amante de su gato, quien es el dueño de su hogar desde que lo  adoptó hace un par de años.

 

Antes de acabar nuestra conversación, la profe Elizabeth me cuenta que lo que más le gusta de la Universidad son los estudiantes, esos muchachos y muchachas que vienen de todos los rincones del departamento a estudiar a la ciudad, a forjarse un futuro mejor, y que vienen cargados de toda esa cultura de sus territorios y convergen en las aulas. Ella lo cuenta con tal pasión que al escucharla hablar se contagia ese orgullo por ser diferentes y por ser quienes somos y sentirnos orgullosos de esa diversidad. 

 

Finalmente después de esa descarga de emotividad cuando habla de  identidad, de apropiación por lo nuestro y de contarnos sobre su vida, con la misma energía con que llegó se levanta de la silla en la que estuvo sentada por más de media hora y nos dice: “Bueno queridos yo veré qué hacen con lo que les conté de mi vida privada”. Se despide, da media vuelta y se va sonriente.

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